Así como el calzado adecuado puede ayudar a mantener tus pies saludables y estimular al máximo tu potencial para realizar actividades, portar un calzado erróneo puede afectar seriamente tu salud.
Más allá de la evidente comodidad que aporta un par de zapatos a la medida, apropiados para la actividad a desempeñar y fabricado de materiales capaces de proteger tu piel, el calzado se relaciona con el estado de salud óseo en general, por lo cual si sus zapatos son demasiado ajustados, demasiado holgados o no brindan suficiente apoyo, la actividad que desempeñes puede ejercer presión sobre tus pies, tobillos, pantorrillas y otras articulaciones.
Una exposición continua a esa presión puede ocasionar dolor y lesiones severas, que van desde calambres en las piernas y dolor en el tendón de Aquiles, callos y juanetes, uñas encarnadas o problemas posturales y dolor lumbar, que además de dolorosas y costosas de tratar, pueden limitar significativamente o detener tu rutina.
La posibilidad de sufrir lesiones aumenta si tus zapatos no están diseñados para las actividades que realizas y si no son adecuados para tu masa corporal o la mecánica del pie. Por ejemplo, no portarías los mismos zapatos para correr en la playa que para caminar hacia tu oficina o para trabajar en un taller, ¿Verdad?.
Usar el zapato equivocado también puede exacerbar otros problemas existentes, como el dolor o la artritis en las caderas, las rodillas, los tobillos o los pies Incluso, usar durante poco tiempo un par de zapatos incorrectos puede causar tensión y dolor en los huesos y las articulaciones, y en los tejidos blandos que los sostienen.
Tus zapatos también tienen un impacto significativo en la forma en que caminas o en tu modo de andar. El movimiento de tus pies durante cada paso afecta cómo lo sigue el resto de tu cuerpo. Cuando pisas correctamente, tu talón hace contacto con el suelo primero. Luego, el arco gira un poco hacia adentro, permitiendo que la bola del pie y luego el dedo gordo hagan contacto. Luego, el talón se despega del suelo, lo que le permite impulsarse desde la punta del pie y el dedo gordo del pie.
Los arcos de algunas personas giran demasiado hacia adentro, o no lo suficiente, ambas opciones pueden afectar la eficacia con la que los pies absorben los golpes. Esto puede contribuir a una tensión adicional en otras articulaciones.
Como hemos visto, elegir calzado que realmente te quede bien, que se adapte a tu actividad y que sea apropiado para las características particulares de tu cuerpo puede ayudar a prevenir, reducir o eliminar el dolor de pies y huesos. La falta de dolor tiene un gran impacto en qué tan bien y con facilidad te mueves. Entonces, ¡encuentra el par ideal y permanece en movimiento! Para saber que tienes frente a ti los zapatos correctos, verifica que:
- Amortigua el pie: la entresuela es la parte principal del zapato que proporciona amortiguación. Sorprendentemente, los zapatos no reducen tanto la fuerza que atraviesa el cuerpo. Pero aumentan el tiempo que tarda en aplicarse esa fuerza, por lo que el cuerpo tiene tiempo para adaptarse.
- Sostiene el pie: tu zapato debe ayudar a la alineación de su pie cuando toca el suelo.
- Se siente cómodo: tu zapato debe sentirse inmediatamente cómodo desde el primer uso.
- Te quede bien: asegúrate de tener al menos 1-1.5 cm al final del zapato. Debe ser lo suficientemente ancho y largo para adaptarse a tus pies. El zapato debe sentirse ajustado pero no apretado.
- Compra zapatos al final del día: Esto ayudará a asegurar que los zapatos se sientan cómodos cuando tus pies estén más grandes, cansados e incluso inflamados. Pruébatelos usando el mismo tipo de media o calcetín que sueles vestir cotidianamente.